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introducción

En la Ciudad de México virreinal, la arquitectura no fue solo una técnica constructiva, sino una herramienta de censura física y simbólica, utilizada para ocultar, transformar o reemplazar el mundo indígena y sus formas de habitar. A través de operaciones como la superposición de edificios sobre templos prehispánicos, la reorganización del trazado urbano y la sustitución de símbolos rituales, se construyó un nuevo paisaje arquitectónico destinado a imponer un orden cultural y religioso cristiano, alineado con los intereses de la corona española.

Sin embargo, lo indígena no fue completamente eliminado. En muchos casos sobrevivió, oculto en cimientos, materiales reutilizados o espacios marginales, dejando huellas visibles solo para quienes saben leerlas. Este trabajo se propone analizar cómo la arquitectura colonial produjo visibilidades y ocultamientos, revelando un sistema de dominación que operaba no solo a través de lo que mostraba, sino también desde lo que decidía borrar. Lo que se busca verificar es que la censura arquitectónica colonial, aunque poderosa, no logró borrar por completo la memoria indígena, que aún hoy puede leerse en la forma urbana, en las fachadas y en los usos del espacio.

Contexto

A comienzos del siglo XVI, Europa salía de una etapa de crisis marcada por guerras, pestes y fragmentación feudal. En respuesta, surgieron las primeras monarquías centralizadas, como "La española", que buscaron consolidar su poder tanto en sus territorios como más allá de sus fronteras. Al mismo tiempo, el Renacimiento impulsaba nuevas formas de ver el mundo: la observación, la exploración y la razón comenzaron a posicionarse como herramientas para dominar el entorno.

España, en particular, acababa de terminar un proceso de siglos conocido como la Reconquista, que culminó en 1492 con la toma de Granada, el último bastión musulmán. La conquista de América fue percibida como una continuidad de esa empresa: ahora se trataba de evangelizar a los pueblos considerados “salvajes” o “infieles”, bajo el argumento de extender la fe cristiana. No obstante, más allá del discurso religioso, el impulso real fue económico y estratégico: el oro, la plata, las tierras y la necesidad de nuevas rutas comerciales alejadas del control del islam y de las ciudades-estado italianas.

Para llevar adelante esta expansión, España no solo desplegó fuerza militar, sino también un sistema legal, urbano y simbólico que le permitió replicar su modelo de control en América. Las Leyes de Indias, promulgadas entre los siglos XVI y XVII, regularon la fundación de ciudades. Estas debían trazarse en forma de cuadrícula o damero, con una plaza central rodeada de los edificios de poder: la iglesia, el cabildo, la cárcel, la aduana, la universidad. La arquitectura fue clave para imponer un orden legible, jerárquico y cristiano, desplazando los centros ceremoniales indígenas.

A este sistema se sumó la participación activa de las órdenes religiosas: franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas, que fundaron conventos, iglesias, hospitales y colegios. Estos edificios funcionaban como núcleos de control espiritual, educativo y social, donde se reorganizaban las prácticas indígenas bajo nuevas lógicas religiosas.

Por otro lado, la estructura económica de las encomiendas permitió insertar a la población indígena en un sistema de dominación laboral, territorial y simbólica. Esto también tuvo su correlato espacial: las ciudades se organizaron con una clara segregación entre “repúblicas de españoles” y “repúblicas de indios”, lo cual cristalizaba físicamente las jerarquías coloniales.

GRUPO 5

Giuliana Bernacchia, Mauro Hartvig,

Agustín Krafft, Estefania Zanoguera

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