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el pasado indigena en las entrañas de la catedral

El Teocalli era el centro ceremonial más importante del mundo mexica, lugar de conexión entre lo divino y lo terrestre, donde se organizaba la vida espiritual y social del pueblo. Su destrucción y reemplazo por la catedral representaron la anulación simbólica del universo religioso indígena. La nueva iglesia, en cambio, impuso un sistema basado en la doctrina cristiana, el pecado, la redención y el control moral. De esta forma, el espacio antes consagrado a los dioses mexicas fue resignificado como territorio del catolicismo y del poder imperial.

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Sin embargo, debajo de esta escenografía monumental, el pasado indígena no fue completamente borrado: fue ocultado, silenciado e incorporado como cimiento del nuevo orden. La Catedral Metropolitana no solo fue construida sobre el sitio del Teocalli, sino con sus piedras y mediante técnicas indígenas esenciales para estabilizar el edificio en suelo lacustre. Muchas de las rocas talladas, glifos y elementos estructurales del antiguo templo fueron reutilizados como spolia: incrustados en muros, cimientos y elementos invisibles al ojo cotidiano.

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Este uso de fragmentos indígenas no fue una casualidad ni una necesidad meramente práctica. Fue una forma de contención simbólica: el nuevo templo cristiano no solo reemplazaba al antiguo, sino que lo encerraba dentro de sí, apropiándose de su fuerza material y espiritual sin reconocerlo abiertamente. Así, la catedral se erige como un edificio mestizo en sus entrañas, aunque no en su relato oficial.

Esa mezcla forzada también se expresa en la iconografía ambigua. Aunque la ornamentación principal era cristiana, en muchos detalles arquitectónicos aparecen glifos, grecas y virgulillas mesoamericanas, que fueron incorporadas discretamente. Esta iconografía sincrética evidencia que la censura visual fue selectiva: lo indígena podía sobrevivir si se adaptaba al lenguaje cristiano y perdía su autonomía simbólica.

En el plano técnico, la invisibilidad del saber indígena es aún más clara. El suelo lacustre de la antigua Tenochtitlan presentaba desafíos constructivos que los arquitectos españoles no podían resolver por sí solos. Por ello, se recurrió a técnicas locales: uso de pilotes de madera, cimientos profundos, materiales porosos como el tezontle y métodos de adaptación al agua que ya habían sido utilizados por los mexicas. Estas soluciones no estaban en los manuales europeos, pero fueron fundamentales para que la catedral pudiera mantenerse en pie.

La mano de obra indígena, obligada a participar en la construcción, también aportó sus conocimientos, técnicas y saberes. Sin embargo, su presencia quedó invisibilizada en los relatos de autoría. En los archivos, la Catedral pertenece a los arquitectos españoles; en la realidad material, pertenece también a quienes supieron levantarla con técnicas milenarias sobre un suelo hostil.

Así, la Catedral Metropolitana no solo refleja un cambio religioso, sino una transformación social más amplia. El edificio funcionó como instrumento de control, evangelización y reemplazo cultural, pero al mismo tiempo, encierra en su interior las huellas del mundo que intentó reemplazar. Es un monumento levantado sobre lo que quiso hacer desaparecer, y que, pese a todo, sigue presente en sus cimientos, en sus materiales y en los silencios que aún habitan su estructura.

"En un primer momento los religiosos trataron de acostumbrar al indígena al espacio interior, a la arquitectura con espacio, pero, además de la incapacidad de albergar en su interior la gran masa de indios, por sudiferente sensibilidad espacial no se adaptaron a este recinto. Los indios estaban acostumbrados al espacio con arquitectura, a grandes volúmenes dispuestos en el exterior que delimitan, envolvían y conformaban el espacio abierto"

-Sergio Reyes Salinas. "El Mestizaje en La Arquitectura Mendicante del Siglo XVI en Mexico"

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GRUPO 5

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Giuliana Bernacchia, Mauro Hartvig,

Agustín Krafft, Estefania Zanoguera

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